jueves, 10 de diciembre de 2015

Lidiar con la vejez



Cuando miro aquellas personas que pintan sabias canas y caminan como si la vida pesara, me he detenido a preguntarme, ¿qué difícil tiene que ser llegar a cumplir tantos años? Al momento he cruzado algunos y en ocasiones me suele ser difícil lidiar con ellos. ¿Cómo será con aquellos adultos mayores que nos doblan la edad?  Creo que llegar a tener más de los 80 es un privilegio que muy pocas personas pueden tener, para algunos será como un premio, porque han envejecido teniendo buena salud, rodeados de seres queridos, amados. Algunos habrán cumplidos sus sueños y sus más apreciados anhelos; para otros quizás partir sería una solución sabia y  su mayor deseo,  porque dejando de existir terminarían con una serie de dolores, sufrimientos,  deseos no cumplidos, como de verse rodeados de seres amados, pero que solo están ausentes,   y  sueños que nunca pudieron ser alcanzados.
Los que aún tienen el regalo de estar vivos y saludables habrán visto a través de sus años vividos muchos de sus entrañables amigos partir, así como compañeros de infancia y de la bella juventud, etapa dorada que no regresa, también a los seres que se amaron profundamente, amores que nunca se olvidan, los amores prohibidos, los de la juventud, aquellos que dejan huellas imborrables en el corazón.
Mientras transcurren los días esperan sentados en su silla,  evocando vivencias pasadas pretendiendo recuperar aquellos años que nunca volverán, termina el día y junto con él,  esperan también  que por fin llegue el momento que  les sorprenda la partida. Llegar a la vejez y lidiar con ella es sinónimo de sabiduría y riqueza emocional, pero en muchos casos es también el reflejo del abandono y la soledad absoluta.
Cuando se llega a viejo, empieza a invadir la desesperanza y cada día se hace más pesado llevarlo a cuesta, ya no suelen ser disfrutados solo soportados.
El día y la noche suelen tener parecidos porque ya nada es diferente o especial, solo resta “esperar”. Se espera al amigo, al hijo ausente, al familiar querido que nunca vendrá, pero que aun así, se espera, para que le regale un momento de compañía y calor humano que al final nunca sucederá.
En esta etapa las cosas materiales carecen de sentido, solo se aprecia el amor y la comprensión de los pocos que querrán acompañarlos.  
Todo llegaremos a ese estado natural de la vida, envejecer es un proceso del cual nadie está exento, solo aquel que fue sorprendido por la muerte prematuramente.
Mientras se espera el día final, cada día se agradece por haber tenido la oportunidad de haber vivido tantos años, acumulando experiencia y sabiduría, sabiendo que en esa etapa de la vida,   ya no existe  ningún tipo de  “esperanza”.

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