domingo, 6 de septiembre de 2015

PENSAMIENTO





Cuando se llega a viejo,  empieza a invadir la desesperanza y cada día se hace más pesado llevarlo a cuesta, ya no suelen ser disfrutados solo soportados.
El día y la noche suelen tener parecidos porque ya nada es diferente o especial, solo resta “esperar”. Se espera al amigo, al hijo ausente, al familiar querido que nunca vendrá,  pero que aun así,  se espera,  para que le regale  un momento de compañía y calor humano que  al final  nunca sucederá.



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