El
ser que odia es el que más alberga sufrimiento, debilidad e inseguridad, y una
profunda orfandad de espíritu, mientras que el odiado simplemente es un
espectador de un deseo tan absurdo, egoísta y muchas veces inexplicable.
Los
seres que hospedan este sentir viven en su interior continuamente
sentimientos de ira y frustración, porque no se han podido realizar en la vida,
no se sienten aceptados en la sociedad, y
han tenido dificultad para insertarse en el medio que les tocó
vivir; es por eso que la única forma de
descargar su enojo y descontento es
haciendo sentir culpable de su desdicha a los seres que los rodean, muchas
veces a sus seres más queridos, es una forma de castigar para sentirse
satisfecho, mermando así su frustración.
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