En mi cotidiano andar matutino me encontré con una señora que reflejaba vida, su rostro no había perdido el deseo de apreciarla y de seguir ayudando a los demás a pesar de la discapacidad que la aquejaba.
Recuerdo que caminada muy cerca de ella, cuando me llamó y me preguntó: en voz baja, dónde va? usted va a cruzar la calle? le respondí que sí, me dijo muy afablemente que si la podía ayudar a cruzar, le contesté inmediatamente que claro, que podía.
De ahí me convertí en su lazarillo, y ella me comenzó a narrar su triste historia: había sido atropellada hace ocho años por un inconsciente que venía a alta velocidad, a consecuencia de eso, le amputaron su pierna, no se le notaba, llevaba pantalones largo, debajo de ellos tenía una prótesis y caminaba muy bien, solo observé que se sujetaba por su andador. Conversando con ella le dije: que entereza tiene usted señora y deseos de luchar. Me respondió que sí, son pruebas de la vida y si Dios me la puso, tengo que aceptarla. Yo le comentaba mientras caminábamos al lugar donde íbamos a comprar los alimentos, que siempre en nuestro camino hay un ángel que nos ayuda y cuando nos tocó cruzar la calle, inmediatamente se despejó de vehículos, realmente la presencia de Dios estaba con nosotras, especialmente con ella, una madre que exponía su valiosa vida nuevamente para comprar comida a una hija recién operada. Me dije en ese momento, cuán grande es el amor de una madre, que no le importa arriesgarse las veces que sea por un hijo, definitivamente esta es una realidad profunda que solo la conoce quien ha procreado.
Debo confesar que esta vivencia me dejó conmovida. La vida nos enseña que existen personas que están muchos más delicadas e impedidas que otras, sin embargo, no pierden la entereza por vivir y ayudar. No percibí frustración en sus palabras ni en sus gestos, su cuerpo reflejaba vitalidad y el gran deseo de no verse impedida, observé que no alimentó su mundo de insatisfacción a pesar de su brutal acontecimiento, más bien de una gran resignación que la enriqueció y la fortaleció para avanzar y crecer.
Recuerdo que le dije: cuando termine sus compras, yo la acompañó para regresar y en el regreso ella seguía con sus palabras dándome lecciones de vida. Que dulce compañía, la señora me dejó un gran aprendizaje, a veces nos quejamos tanto de la vida, que estando casi perfectos y con buena salud, teniendo nuestros miembros en buen estado, nos convertimos en seres inertes, inmóviles e infelices. Para algunos les pesa la vida, para otros les molesta seguir viviendo, exponiéndose día a día a innumerables peligros.
Actualmente la mayoría de las personas escogen y deciden andar en un coche para transportarse a duras penas dos cuadras, sin embargo, existen personas que teniendo dificultades como la de ella, son las que más le demuestran a la vida, entereza para vencer las inclemencias y nos enseñan que todo es posible cuando se tiene voluntad, buena actitud y el deseo profundo por vencer los infortunios que nos ponen a prueba las circunstancias, para demostrarnos cuán valientes y fuertes somos los seres humanos.
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