Últimamente he observado que
hay tanta gente con deseo de ser escuchada con deseo de que sus problemas sean
resueltos de manera mágica, buscan apoyo y suelen acudir al primer lugar que
consideran le harán un milagro.
Mientras se tiene fe es
justificable ¿Pero en qué radica tanto descontento?
Pienso que hemos perdido la
solidaridad, el respeto y el amor por los demás. El sujeto cada día carece de
esencia y se convierte en un ser mecánico, donde pierde la calidad de los
valores más hermosos para una convivencia sana.
Es por eso, por lo que los
hogares cada día se tornan disfuncionales, la relación de pareja deja de ser
saludable, aparecen las infidelidades físicas y virtuales. Las relaciones con
los hijos prácticamente desaparecen, entonces se producen los resentimientos y
duelos de padres a hijos o de hijos a padres.
Todo esto se deriva del
sistema en el que se está viviendo, donde estamos viviendo inmerso en una gran
tecnología, pero humanamente enfermos.
Rodeados de objetos
sofisticados que cada día nos están minando, olvidando con esto, que los seres
humanos necesitamos ser más amados, respetados, queridos y valorados.
Cuando se vive en las
grandes ciudades donde el consumismo y la gran tecnología en cierta manera son
un fantasma amenazante se pierde un poco la coherencia y empiezan a descubrirse
las falencias. Es entonces donde el resquebrajamiento de los sentimientos
empieza a ser su aparición, y si no es controlado a tiempo produce grandes
connotaciones casi insalvables en la vida de cada ser humano.
Si vamos a los pueblos donde
los indígenas conviven con lo más elemental, podríamos observar que ahí la
convivencia es más pura, más humana, menos maquillada y más real.
Existen muy pocos problemas,
ellos son aún seres transparentes y conservan su verdadera autenticidad.
Nadie es utilizado para su
conveniencia como en las grandes ciudades, ahí todavía existe la reciprocidad y
la solidaridad humana.
Actualmente los padres ven
muy poco a sus hijos la integración familiar está desapareciendo, podríamos
decir que tanto los hijos como los padres están viviendo mundos diferentes
donde los lazos más vitales de vida están extinguiéndose y cada cual vive su
propio espacio sin importarle nada.
Obviamente muchos padres se
encuentran alienados y sumergidos en un mundo competitivo y materializado que
lo que hace es minar el espacio más sagrado que es el que ocupa la familia y
eso produce un deterioro familiar lamentable, evidentemente esto tarde o
temprano si no es bien manejado y descubierto a tiempo producirá un fenómeno
preocupante del cual nadie saldrá exento y se convertirán en seres infelices
porque se habrá roto tanto el vínculo del matrimonio como el de padres a hijos.
Aún hay tiempo para
reflexionar para salvarnos, haciendo un análisis de nuestra vida y descubrir en
qué estamos fallando y si deseamos tener una vida con calidad, debemos hacer un
alto y pensar, que lo más valioso que se tiene en la vida es nuestra familia y
los seres que verdaderamente amamos y conforman nuestro entorno.
Démosle más tiempo de calidad,
seamos más gratos, agradecidos y recíprocos con la sociedad.
No perdamos la humildad y
conservemos la solidaridad para poder vivir una vida llena de paz y de una
profunda libertad de emociones positivas.
Vivencialhoy.blogspot.com
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