A
los hijos hay que hablarles de los fracasos, de las decepciones, separaciones,
duelos, prepararlos y formarlos para las adversidades, para que ellos puedan
encontrar las soluciones a sus conflictos, para que logren ser autosuficientes
a nivel emocional y así puedan lidiar
con los momentos de tristeza y soledad, para que logren encontrar resoluciones
a los problemas que obstaculicen su camino y su crecimiento.
No
los llenemos de cosas materiales, en eso no radica el éxito, no les enseñemos
que lo material garantizará una vida sin angustias, y sin preocupaciones,
enseñémosle la importancia de los sentimientos, de demostrar amor, de dar un abrazo y de ser mejores seres humanos.
Hay
que estimularlos día a día para que sean audaces para que tengan la suficiente
confianza de creer en ellos mismos.
Demostrémosle
que los placeres que nos brinda la cotidianidad muchas veces son los que nos
transportan hacia la auténtica felicidad.
Con
ese aprendizaje ellos estarán listos para encarar los acontecimientos con
madurez y con una postura firme ante la vida.
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