Los
hijos vienen a través de nosotros, pero en realidad ellos no nos pertenecen, no
son nuestros, son de la vida, tendrán que convertirse en seres libres e
independientes, tarde o temprano.
Escogerán su
camino en busca de su propia identidad y de su propia felicidad, está en
nosotros construirles desde pequeños los cimientos fuertes para que logren
hacer una buena elección en todos los aspectos de su vida y así logren alcanzar
la satisfacción a su ser, encontrando los elementos más esenciales como seres
humanos.
Debemos ayudarlos para
que puedan despegar y para que construyan
con esas bases sólidas su propio destino, donde ellos establecerán y decidirán
ser felices o no.
Nuestro mayor
deseo será que puedan escoger un mundo que esté exento de dificultades y de
miserias, pero nada nos garantizará que eso será lo que a ellos posiblemente les tocará vivir. Solo nos
resta tener claramente establecido que todos esos obstáculos y reveses que
tendrán que enfrentar a lo largo de su recorrido les ayudará a adquirir mayor
responsabilidad y experiencia que los fortalecerán con la sabiduría necesaria
para poder levantarse las veces que tengan que caerse al vacío.
Mientras respetar
su autonomía es todo cuanto podemos hacer, dándoles siempre apoyo y todo el
amor sin pretender comprar sus sentimientos.
Ellos deberán
saber que solo obrando bien en la vida les garantizará transitar por un camino claro
y limpio, dando siempre pasos firmes y seguros, solo eso les permitirá alcanzar
su propia evolución como seres humanos transparentes y sensibles.
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