Muchos
tememos revelar la edad, normalmente suele sucedernos más a las mujeres, pero
con el transcurrir del tiempo he comprendido que los años además de dejarnos
ciertos cambios físicos nos han regalado fortaleza, sabiduría, una enorme
escuela de enseñanzas y de satisfacciones en nuestro proceso evolutivo
personal.
En esta etapa se
aprende a comprender mejor la vida y se reciben los acontecimientos como hechos
inevitables que transcurren para dejarnos un destello de aprendizajes mezclados
con fragilidad y firmeza.
Se comprende que
envejecer no solo significa despojarse de una hermosa cabellera, de unos pechos
firmes y de un cuerpo escultural, envejecer es la otra etapa de la vida donde
acontecen los mejores momentos del ser humano, albergando sabiduría, tolerancia
y conformidad; es ahí donde se depositan los gratos eventos vividos, así como
también el recuerdo de nuestros más grandes desaciertos que marcaron nuestra
vida. En esta etapa se aprende a disfrutar más a nuestra compañía, nuestros
nietos y el grato recuerdo de la infancia de nuestros hijos que en algún
momento compartieron con nosotros el núcleo familiar.
En la etapa dorada
se busca intensamente la tranquilidad para esperar reposadamente los años que
nos queden, disfrutándolos cómodamente rodeados de armonía y sobre todo de
mucha paz.
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