Cuando albergamos
en nuestro interior el sentimiento de odio, inconscientemente estamos destruyendo
 nuestro propio yo. 
Muchas veces el
ser que más odia es el que tarde o temprano terminará  aniquilando su
propio ser. No es necesario gastar nuestro valioso tiempo de vida odiando a las
personas que transcurren  por nuestro camino y mucho menos
aquellos que forman parte de nuestro destino.
Este sentimiento
provocará  un desajuste emocional que no
proporcionará  nada productivo para la evolución de ningún ser humano.
Recordemos que llegar a sentir este sentimiento tan básicamente mezquino puede
ocasionar un  impedimento en la realización personal del individuo.
Toda persona que
se acostumbra a odiar se auto destruye lentamente, porque eso no produce más
que  un desgaste psíquico lamentable. 
No olvides que
el ser que odia es el que más alberga sufrimiento,  debilidad e
inseguridad, y una profunda orfandad de espíritu,  mientras que el odiado simplemente es un
espectador de un deseo tan absurdo y egoísta y  muchas veces 
inexplicable. 
Los seres que
hospedan  este sentir  viven en
su interior continuamente sentimientos de ira y frustración, porque no se
han podido realizar en la vida, no se sienten aceptados por las demás
personas,  han tenido  dificultad para  insertarse en el medio que les tocó
vivir;  es por eso que la única forma de
descargar su enojo y descontento  es
haciendo sentir culpable de su desdicha a los seres que los rodean, muchas
veces a sus seres más queridos, es una forma de castigar para sentirse
satisfecho, mermando así su frustración.
Trata de no
cobijar  este sentimiento tan nocivo, porque cuando se aloja el odio
en nuestro interior nos convertimos en seres incapacitados en todos los
sentidos.
El odio es un
veneno que lastima y corroe el alma, no llenes tu vida de sombras, si eso llega
a suceder, posiblemente te destinarás a vivir una vida sin luz y ten la certeza
de que te convertirás en un ser inmensamente infeliz.